Історія Чайник

sábado, 11 de diciembre de 2010

Diario de Bitácora. Día 3.

Un segundo después abrí los ojos en una calle de suelo asfaltado. Sentía que no tenía cuerpo. El aire era tan pesado, tan sucio, que mi etérea esencia debía arrastrarse por el suelo. Miré a mi alrededor, y estaba solo, rodeado de desolación. Cuando volví a mirar, a mi izqueirda encontré cuatro figuras perturbadoras.



Sabía que intentaban decirme algo...
¿Intentaban decirme algo?

Diario de Bitácora. Día 2.

No recuerdo donde me dormí, o desperté. Todo esta confuso. No veo más allá de mis manos. Mis manos llenas de sangre. A mi izquierda, a un par de metros de mi, iluminado como por un foco, veo mi cuerpo, muerto sobre el zigurat. Mi sangre, vertida, llena intrincados grabados en el suelo de la pirámide, y brilla roja, azulada, impía.
Intento gritarme que se levante. Pero por mi boca no sale sonido alguno. Estoy asustado. Demasiado asustado. Cierro los ojos, niego, intento gritar.
Oigo una vez, una sola vez, mi palpitar.
Abro los ojos, y ya no está mi cuerpo. La momia de un sacerdote(¿La he visto antes?) ocupa su lugar. La sangre ahora solo tiene un brillo rojizo.
Desaparece toda oscuridad. Es de noche. Cadáveres de ratas brillan bañados en su sangre rodeándonos al sacerdote y a mi.
Sin moverse, empiezan a sonar la ratas chillando. Su quejidos suenan, primero aislados, luego más fuerte, finalmente son horda.
Oigo sus gritos en cada rincón de mi consciencia. Casi les puedo oír royendo la carne de mis huesos, royendo mi cráneo.
De repente, la momia tamborilea contra el suelo con el dedo índice, al ritmo del fúnebre canto de las ratas. Puedo ver, como la sangra da marcha atrás, y entra en el cuerpo que ocupa el lugar del mío. Empiezo a sentirme palidecer, y me mareo. Mi visión comienza a emborronarse, mientras veo como la momia se levanta, y su cuerpo se va inflando. Cuando ya no queda sangre en el suelo, el se alza de pie, y su cuerpo vuelve a estar vivo. Las ratas alrededor de él despiertan llenas de nueva vida, y lo cubren, creando una masa negra. Mientras caigo al suelo, la masa negra se convierte en un enorme cuervo, que alza el vuelo hacia el oeste. Por el este, el sol empieza a alzarse, y mientras mis ojos se cierran, despierto.

Diario de Bitácora. Día 1.

El sol es tan agotador. Por más que camino y camino, el horizonte nunca deja de expandirse, y cada vez soy más pequeño. El universo, vacío, amenaza con consumirme, y hacer que mis huesos se vuelvan blanquecino polvo, comida para la arena.
Corono el zigurat antes de verlo. Me siento poderoso. El cielo nocturno, cambia de color, vibra y muta, y desprende un calor. Soy el Rey-Dios, el mundo es mío, y ahora que es así no pienso soltarlo.
Pero algo frío y negro sube por mis pies. Es líquido. Ahora son cientos de ratas hasta mis rodillas.
Me giro, y veo al sacerdote saliendo del interior del zigurat.
Su cabeza de momia, coronada por plumas y oro, va moviéndose adelante y atrás, como una muñeca rota, con el pausado y tambaleante caminar del sacerdote.
Su mano derecha alza el cuchillo, y las ratas empiezan a entrar por mi boca y mis orejas, mientras el cielo, de un verde oscuro y sucio, manchado de negro, se derrite.
Intento gritar, pero las ratas me han cubierto por completo. Solo mis ojos escapan, y veo como el sacerdote baja velozmente el cuchillo, dispuesto a sacrificarme.
Antes de que baje el cuchillo, las ratas me cubren por completo, y todo es negrura. Todo desaparece.
Y entonces, recuperé la consciencia. O la perdí.